jueves, 21 de abril de 2016

Chile y la presencia o ausencia de Aylwin: una visión ucrónica

¿Qué posibilidades habría tenido nuestro país si, en vez de unirse en torno a sacar adelante la candidatura de Patricio Aylwin, no hubiese logrado una convergencia como la que posibilitó ese hecho histórico de la política chilena?

Imagino el año 1987, con una estrategia de las protestas populares que pese a ser cada vez más intensas y masivas queda sumida en el fracaso, al resurgir el carácter más represivo de la dictadura, cuyo contrapeso sería inexistente. Pese a ello, el dictador sabe que debe darle un barniz institucional a su régimen, por lo que termina de "legitimar" su Constitución de 1980, alterando los libros de historia, inculcando modelos apolíticos a los niños en los colegios. Todo ello sería posible si en medio de las divisiones el gobierno podía perpetuarse hasta 1998.

El dictador habría encontrado motivos para decir que había que combatir a quienes "destruyen Chile". Mientras más intensa la escalada de violencia, más intensa la respuesta militar en la calle. Y lo peor de todo es que probablemente aquella masa le habría comprado el argumento.

Quizás serían tiempos, aquellos de mediados de los '90, con un precario internet manejado al estilo de Corea del Norte, con férrea censura, sufrida también por la prensa en general. Funcionarios bien pagados para fiscalizar todo contenido, el surgimiento de una clase social basada en el aparato autoritario, como lo refleja la película Brazil de Terry Gilliam. Una sociedad "apolítica", ignorante, consumiendo los contenidos de la propaganda y dejando en el recuerdo de sus abuelos la educación cívica.


Un país más gris de lo que en realidad es. Sin siquiera algún rasgo de pujanza, casi idéntico a la estética fascistoide estalinista en reemplazo de algún atisbo de modernidad o desarrollo. Un país de una cultura precaria, alejado de la creación. Si incluso hoy es frecuente escuchar que este aspecto es algo inútil, predominando una (frustrante) visión exitista en la que Don Dinero dicta los rumbos.

Imagino, entonces, tantos críticos, generales después de la guerra, que con mucha facilidad y con toda la libertad del mundo (ojo cómo fue que se obtuvo esa libertad), se refieren hoy a Aylwin como un "traidor" o bien como el culpable de que en Chile hoy seamos víctimas del monstruo del neoliberalismo.

¿Quién en su sano juicio, cree que existe o existió alguien que pudiese haber llevado al país a la democracia y construirla en cuestión de días o meses en lo que su mente supone que debe ser un gobierno de ese tipo? Pensemos un poco: hoy es posible plantear una Asamblea Constituyente para delinear una nueva constitución política. ¿El Chile de 1990 lo permitía? Creo que poca gente piensa en esto antes de lanzar sus acusaciones.

¿Permitía el Chile de 1990 pasar a retiro a un comandante en jefe que tenía el poder de hacer "boinazos" y "ejercicios de enlace"? ¿Un país en el que ni siquiera se tenía la decencia de solicitarle al Presidente en ejercicio el inicio de la Parada Militar?

¿Cuántos argumentos para el fracaso de la democracia (una corta democracia) se habrían citado luego, si la termocefalia hubiese dominado cada intento de restituirle a Chile una imagen de plena democracia, algo por lo demás bastante subjetivo? Quizás hoy estaríamos buscando a los desaparecidos de quizás 30 años de dictadura.

La lucha contra el régimen militar (en realidad contra todo rasgo de autoritarismo) es una batalla de todos y que se libra permanentemente. Chile vive el flagelo de la delegación: todo es responsabilidad de otro. En tanto ese rasgo permanezca, nunca vamos a ser justos con quienes hicieron un esfuerzo mucho mayor que el nuestro por soñar una democracia y, poco a poco, comenzar a construirla, y es muy triste darse cuenta que aquel autoritarismo cruza fuerte pero sutilmente nuestra mentalidad, sin darnos cuenta muchas veces. La bravata en vez del diálogo. El bloqueo en vez de la negociación.

De verdad, es muy difícil construir Chile, y no me parece tan loco pensar que si hoy estuviésemos en dictadura, sería casi imposible encontrar acuerdos y generosidad para salir de ella. Quizás sólo sería cambiar una dictadura por otra disfrazada de revolución: el cambio de una elite a otra.

Nuestro país aún es más hijo de la imposición que del diálogo. Más hijo de Pinochet que de Aylwin.


miércoles, 27 de mayo de 2015

Desprestigio

Hoy se publicó un estudio de Mori que menciona las carreras universitarias con menos prestigio. Todas tienen en común trabajar con la expresión y con personas.

Desprestigiado mi oficio, y especialmente el de los profesores que se sacan la cresta enseñando todos los días. Tan equivocados que están en otros países poniendo esta vocación en el centro de su éxito.

Desprestigiados los artistas de distintas disciplinas, buscando crear y acrecentar el patrimonio cultural que no vale nada en cuanto al bolsillo, único indicador del triunfo.

Desprestigiados los profesionales de servicio social. La misma sociedad no valora su aporte fundamental en el camino al desarrollo.

Desprestigiados también quienes eligen un oficio no para satisfacer su necesidad de reconocimiento si no por que creen en su actividad y en sus talentos.

Si estudias para obtener prestigio, elige bien.

jueves, 30 de abril de 2015

A lo Claudia Conserva

Este será el post más corto en la historia del blog. Estaba escribiendo una entrada (que reescribiré, así que no daré señas de qué se trata) y una maniobra lamentable eliminó todo el texto. Como la Claudia Conserva con el iPad de la hija. Claro que en el caso mío no será una nueva tragedia que enlute al país. Quizás sólo sean un par de kilobytes en la red de redes que a pocos les interese.

Hasta pronto.


martes, 7 de abril de 2015

¿Qué va primero? ¿El contenido o el dispositivo?

Es cuático, pero desde hace unos cinco años se ha generalizado la idea de que nos autodefinimos por la tecnología que nos acompaña.

Nos pasó con el celular. Al principio andábamos orgullosos con un ladrillo pesado que podíamos usar un par de horas al día. Luego vino la moda de los teléfonos chicos, de esos con tapa que se rompía y que la gente utilizaba PARA HABLAR. Hoy los hay de variados tamaños, con un detalle: la marca y el modelo ahora generan pertenencia. Uno se siente parte de una tribu. Aunque sea un ignorante y tenga que pagar en cómodas 200 cuotas el iPhone 6, el usuario de un ¿teléfono? así se siente en la cresta de la ola. Que no digan que en realidad no les importa porque si así fuera usarían el celular que le regala la compañía a la abuela.

Lo cierto es que uno no escribe más lindo ni es más inteligente de acuerdo al gadget que se posea.

Como en la vida nada es suficiente en esta materia, ahora contamos con otras capas que diversifican esta tendencia. La primera es el de los gadgets diseñados para usos que antes gozaban del anonimato. El paracaidista decía que lo era, uno podía creerle o no. Ahora gracias a una weá que se llama GoPro, el paracaidista puede ganarse unos 500 "me gusta" en Facebook mostrando un video de una caída real. Es decir gracias a la cámara se hace real el oficio. El mercado no tarda en crear productos que compiten con este dispositivo, pero, por supuesto, aparece una nueva religión y estas alternativas sufren el escarnio público en cualquier conversación (antes se conversaba de otras cosas).

Gracias a la GoPro, ahora sabemos que nuestros amigos son además ciclistas, montañistas y si se pudiese astronautas.

Por cierto, en este caso nunca ocurre como con el famoso video del matrimonio, que se paga y se guarda para no ser visto por nadie más que los casados en un par de oportunidades. Viralización es la consigna ahora.

Otro curioso artilugio es el smart watch (y esta es la segunda tendencia). El nombre le queda grande, por que lo realmente inteligente sería que nos permitiese hacer en una hora lo que se hace en dos. Pero nos aporta información muy interesante: el ritmo cardíaco, la meteorología y si nos llegó un email. Además da la hora. Cabe destacar que ya es insufrible el nivel de notificaciones al que estamos expuestos. ¿Será necesario agregar otras más?

Para terminar, el fenómeno de las selfies (no da para tendencia). ¿Qué puede agregarse que no se haya dicho (o que sí se haya dicho). ¿En qué momento se puso interesante sacarse fotos uno mismo. Antes, asumíamos que quien hacía de fotógrafo no aparecía en la foto. Eso generaba a veces graciosos diálogos. Ahora salimos todos en las fotos, generalmente tratando de lo genial que lo estamos pasando (estas pueblan Facebook, y nos hacen pensar que hay gente que está siempre de vacaciones).

"Un fenómeno que llegó para quedarse". Sin embargo, en algún momento, me parece que se frenará, e iremos seleccionando sólo lo indispensable. Es muy necesario recuperar los conceptos y las ideas. Comunicar cualquier cosa está a la mano de todos, y quizás pronto lleguemos al punto de inflexión en el cual valoremos el contenido por sobre la oportunidad o la forma.

miércoles, 1 de abril de 2015

Agotamiento

Entro en fase de agotamiento, lo que significa que debo restringir los esfuerzos a lo estrictamente importante. Ya di de baja mi cuenta personal de Twitter por que no me resultó tolerable el grado de basura que se "comunica" ahí (si es que puede hablarse de comunicación). Realmente es una carrera de resistencia que me tiene agotado. De este modo, sólo sobrevive en Twitter mi cuenta @soul_robots para los asuntos estrictamente musicales, y en la que en general reina la buena onda.

Pienso ir eliminando todo esfuerzo inconducente. Son tiempos en los que uno se da cuenta claramente lo que realmente le interesa, y se orienta a ello. Es decir me llegó el viejazo.

Seguiré escribiendo por aquí para comentar uno que otro tópico. Quizás no con la frecuencia ideal, pero estaré presente.

Nos leemos.

lunes, 30 de marzo de 2015

Soy amarillo

Soy más amarillo que la cresta, y no hay nada de malo en eso. ¿A todo el mundo le parece normal que las únicas posiciones lícitas sean extremadamente antagónicas? A mí no.

Antes de los tiempos de las redes sociales, y quizás por el influjo de la dictadura que hasta hoy mantiene amarras en varios ámbitos, las argumentaciones y posiciones eran más moderadas, salvo casos de termocefalia aguda que siempre han formado parte de la flora y fauna endémica.

Hoy, en parte por la dinámica de tanta voz y en parte por los cagazos, basta con compartir un meme suficientemente escandaloso o gracioso según el punto de vista de cada uno. Como periodista, puede verse que las fuentes no se mencionan, o se tergiversan, para dejar una sensación que al viralizarse se generaliza. Un amigo por ahí habla del "nuevo Chile" en que la gente no lee ni comprende: no hay virtud alguna en algo así, salvo cuando se trata mañosamente de captar una feligresía animalescamente fiel.

La moderación que propongo no pretende dejar en el olvido ni escamotear la justicia en los casos que la coyuntura nos regala a diario. Sólo tiene por objeto diversificar las posibilidades, distinguir casos y proponer alternativas a las posiciones más "ultronas" a las que nos exponemos.

¿Significa eso que respaldemos a políticos, empresarios y demases que se han aprovechado de las fisuras legales y sobre todo éticas y que están en boga por estos días? Tampoco. Todo lo contrario, permite hacer recaer imparcialmente la responsabilidad de todos quienes se aprovechan de la buena fe, sobre todo de la buena fe, recurso cada vez más escaso.

Nuestro país tiene la tendencia (por lo menos en estos últimos 40 años, por poner una cifra) a premiar a los que tuercen el sentido de las leyes (el derecho, más bien), de la contabilidad, de las finanzas. A quienes conocen esta brujería se los considera gente hábil, premiada por tanta organización empresarial. Aparecen en las tapas de las revistas correspondientes, con actitud autosuficiente.

Lo más lamentable de todo es que este oportunismo es sólo en parte una genialidad: la otra dimensión es la social. Somos nosotros mismos los que ahora ya no estamos dispuestos a seguir distinguéndolos y galardonándolos, pero llegamos muy tarde, cuando ya estamos con el agua hasta el cuello como nuestros queridos compatriotas del norte (más bien el barro). No haber detenido a tiempo esta cultura asentada nos pasa factura por estos días.

La tarea entonces es bastante más difícil que simplemente reclamar o apoyar. Tampoco sirve la receta del "empate". Lo que se necesita es sacar la pata del acelerador y que nuestra sociedad se haga una autorevisión de todo lo que debiésemos limpiarnos. Esa tarea es de dimensiones épicas, por que no se resolverá en el corto plazo. Un próximo gobierno que traiga la receta tampoco podrá avanzar mucho por sí solo. Se necesita quizás una generación para liberarnos aún de algo que atribuyo a la cosmovisión neoliberal que, de tan asentada, ya no lo vemos.

 



miércoles, 25 de marzo de 2015

Tomando en la micro

Los tarros de cerveza abiertos en el paradero y la locomoción colectiva son un rito ampliamente conocido de quienes acostumbran poner ladrillo sobre ladrillo, construyendo al mismo tiempo imperios y viviendas para agradecidas familias.

Al finalizar el día, pasadas las 18.00 horas, comienzan a circular los "masters" chela en mano. Eso es lo aparente, pues una observación aguda permitirá darse cuenta que no se trata de una sola cerveza, sino de una cantidad mayor, generalmente limitada al tradicional "sixpack" dado que el elemento que la contiene es la mochila que además debe albergar la ropa de trabajo. No hablaremos ahora del "ensamblaje" de cepas que produce aquel crisol aromático.

A pesar de que no está permitida la ingesta de bebidas alcohólicas en la vía pública, el maestro de la construcción está rodeado de un aura protectora que, en grupo, suele ser aún más poderosa. Es por ello que suelen verse en las esquinas piquetes de obreros conversando alegremente sin presión alguna. A pesar de lo que puedan decir algunas convenciones sociales, y que a algunas personas podría resultar molesto este ritual, es parte del paisaje urbano y quizás es un merecido relajo luego de la ardua jornada y antes del llegar a un hogar distante y difícil.

Este "vía crucis" (a pesar de que van disfrutando, los masters en realidad van camino al incierto mundo doméstico) no concluye en el paradero. Esta es sólo la primera estación. La conversación monocorde continúa a idéntico ritmo una vez arriba de transantiagueante bus, concluyendo sólo cuando el racimo de profesionales se va desgranando parada tras parada al otro lado de la ciudad.

La costumbre no es privativa de quienes son los verdaderos autores de tanta edificación, aunque en otros casos casi siempre es en son de hueveo. Recuerdo con cariño tantos viajes en micro a Las Cruces en tiempos de la universidad y especialmente cuando partimos a sacar fotos y tomar melón con vino blanco a Quintay, en la época que se enseñaba a revelar la película y ampliar en papel las imágenes. Tampoco fue hace tanto tiempo, no le pongan.